¿Como afrontar el fracaso?
A veces me preguntan cuánto tiempo, cuántos planes, cuántas estrategias son necesarias para llevar adelante un objetivo hacia el éxito. La respuesta es: todos los que sean necesarios. Y eso implica sobrellevar los fracasos, los errores y las piedras en el camino.
Son muy conocidos los mil intentos fallidos que afrontó Thomas Alva Edison antes de que pudiera inventar la bombilla incandescente. Cuando le preguntaban por ello, Edison contestaba que no habían sido fracasos, sino aprendizajes.
Pero cuando se trata de nuestros proyectos y el fracaso llega a nuestra puerta, no todos reaccionamos como Edison. Y menos cuando los fracasos se repiten. El error nos produce malestar, disgusto, desazón.
¿Cómo desarrollar la capacidad para soportar el disgusto cuando las cosas no salen bien?
Hay una manera simple pero no fácil de soportar el shock del fracaso que nos ayuda a no quedarnos atascados. Es simple porque basta con mirar el error despojados de las emociones que nos envuelven y no es fácil porque se trata de ser capaces de considerar esas dificultades como lo que son: una información que nos permite mejorar.
Cuando logramos desapegarnos de las emociones negativas nos posicionamos mucho más positivamente frente a nuestras metas y podemos invertir nuestra energía en lo que realmente importa: detectar qué cambios debemos realizar.
La capacidad de dejar de enfocarnos en el error y abocarnos a la solución es una habilidad importante para sobrellevar la dificultad y el fracaso.
Está capacidad es una habilidad que como todas las habilidades, se puede aprender y requiere práctica. Es una manera diferente de ver la realidad
Hay que prestar mucha atención a lo que sale bien pero más atención a lo que falla. Lo que sale mal nos da una información muy valiosa, hay algo que debemos mejorar y cambiar.
Necesitamos aprender a apreciar el error
El error es simplemente una parada en el camino, una brújula que nos señala el sendero correcto.
Al principio nos costará ver el error de una manera positiva, pero si somos persistentes aprenderemos a verlo cómo una oportunidad de crecimiento.
Cuando fallamos o detectamos una limitación, solemos reaccionar en forma muy negativa, con pensamientos de autocrítica y autocondena: “Siempre me equivoco”, “No soy bastante bueno”, “No sirvo para nada”, “Soy un inútil”, etc.
Ese momento es muy común, pero no conviene recrearse en él, porque desgasta nuestra energía, baja la autoestima y no aporta resultados positivos.
Aplicando el autoliderazgo podremos desarrollar la resiliencia y reponernos para retomar nuestro camino en forma saludable.
La resiliencia
Como sabemos, la resiliencia es la capacidad de reponerse a la adversidad y seguir adelante. No hay que confundir la verdadera resiliencia con la actitud de soportar y aguantar lo inaguantable.
Asumir dificultades y adaptarnos está muy bien, siempre y cuando eso no implique quedarnos en un estado de perfeccionismo eterno o transformarnos en superman o superwoman.
De hecho, revisiones científicas acerca de la resiliencia demuestran que la mayoría de la gente pierde una enorme cantidad de tiempo y energía persistiendo en objetivos poco realistas, un fenómeno llamado el «síndrome de falsa esperanza».
Demasiada resiliencia podría hacer que la gente sea demasiado tolerante con los trabajos mal pagados o desmotivadores y especialmente con los malos jefes. Autoliderazgo también significa ser capaces de hacer valer nuestros derechos.
Resiliencia con flexibilidad y aceptación de los fallos personales son tres características de quiénes saben autoliderarse de verdad.
«Nunca podremos obtener la paz en el mundo exterior hasta que hagamos las paces con nosotros mismos»
Dalai Lama XIV